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PRIMERA ENTREVISTA INDIVIDUAL

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PRIMERA ENTREVISTA INDIVIDUAL

El lunes participé en mi primera entrevista individual dentro del periodo de prácticas. Hasta ahora no había podido entrar en sesiones de este tipo porque la psicopedagoga ya había avanzado otros jóvenes antes de que yo me incorporara. Esto hacía un poco más complejo poder estar presente en entrevistas posteriores, ya que en ellas suelen tratarse temas muy personales y, si de repente aparecía una persona nueva —en este caso, yo—, el usuario podía sentirse incómodo o cortado. Por ese…
El lunes participé en mi primera entrevista individual dentro del periodo de prácticas. Hasta ahora no había podido entrar…

El lunes participé en mi primera entrevista individual dentro del periodo de prácticas. Hasta ahora no había podido entrar en sesiones de este tipo porque la psicopedagoga ya había avanzado otros jóvenes antes de que yo me incorporara. Esto hacía un poco más complejo poder estar presente en entrevistas posteriores, ya que en ellas suelen tratarse temas muy personales y, si de repente aparecía una persona nueva —en este caso, yo—, el usuario podía sentirse incómodo o cortado.

Por ese motivo, decidimos que lo mejor era asistir a una primera sesión con un nuevo usuario. Lo hicimos con C., un chico que venía por primera vez. Antes de confirmarlo, se le preguntó si estaba de acuerdo en que yo estuviera presente, y no solo no tuvo inconvenientes, sino que se mostró encantado. Supongo que ayudó el hecho de que yo ya había hablado previamente con él por teléfono para recoger los primeros datos y poder darle la cita. De alguna manera, ya nos habíamos “conocido” y eso facilitó el clima de confianza.

En esta primera sesión, el objetivo principal era conocerlo: saber qué ha estudiado, qué hace actualmente, cuáles son sus intereses y hobbies, cómo se encuentra emocionalmente y cómo es su situación en casa. Además, le entregamos un dossier con una serie de preguntas más profundas que debía completar. Este documento nos permitirá revisar su caso con calma y preparar la segunda sesión, decidiendo por dónde empezar a trabajar y qué aspectos priorizar.

La experiencia me gustó muchísimo. Sentí que este espacio abre una oportunidad real para que la persona pueda expresarse, hablar de sus emociones y compartir aquello que quizá no encuentra dónde decir. Me resulta muy enriquecedor ver cómo, a partir de esa confianza, podemos empezar a diseñar estrategias y plantear objetivos realistas que le ayuden a mejorar poco a poco. Poder acompañar este proceso desde el inicio me reafirma en la importancia y el valor de la intervención psicopedagógica.

Adjunto el documento del dossier que se proporciona a los usuarios para la primera sesión.

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TALLER HABILIDADES EMOCIONALES

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TALLER HABILIDADES EMOCIONALES

La semana pasada, martes 18 de noviembre fui a un taller dirigido a tres grupos de Bachillerato, centrado en las habilidades emocionales,…
La semana pasada, martes 18 de noviembre fui a un taller dirigido a tres grupos de Bachillerato, centrado en…

La semana pasada, martes 18 de noviembre fui a un taller dirigido a tres grupos de Bachillerato, centrado en las habilidades emocionales, aunque con un enfoque más centrado en la ansiedad y la angustia, tal como nos habían pedido desde el centro. El objetivo era ofrecerles un espacio práctico y dinámico donde pudieran experimentar en primera persona cómo se manifiestan estas emociones y reflexionar sobre ellas.

Para realizar el taller utilizamos una presentación en PowerPoint como guía, que nos ayudó a marcar el ritmo y a introducir las diferentes actividades. Aun así, la mayor parte del taller fue práctica e interactiva, ya que queríamos que los estudiantes se implicaran y no quedara solo en una explicación teórica.

Una de las actividades principales consistió en que cada grupo debía crear una historia en tan solo ocho minutos. Sin embargo, durante este tiempo fuimos introduciendo pequeños cambios para generar incomodidad y presión, con la intención de que vivieran situaciones similares a las que pueden provocar ansiedad. Por ejemplo, en un momento dado movimos a un estudiante de un grupo a otro; en otro, pedimos a una persona del equipo que se girara y dejara de participar. Al finalizar, abrimos un espacio de reflexión y debate donde les preguntamos cómo se habían sentido, qué dificultades habían notado y cómo habían gestionado esos cambios inesperados. Fue interesante observar cómo muchos de ellos reconocían sensaciones de estrés, desconcierto o frustración, y cómo verbalizaban lo que normalmente no identifican en su día a día académico.

Mi papel en el taller fue más bien de observadora activa y apoyo a mi compañera. Era un grupo bastante numeroso, unos 35 alumnos y eso complicó un poco la dinámica, especialmente porque tendían a distraerse o a hablar entre ellos con facilidad. Aun así, dentro de las limitaciones, la sesión salió como esperábamos. Fuimos un poco justas de tiempo, pero conseguimos llevar a cabo las actividades principales y generar espacios de reflexión, que era el objetivo central.

En general, valoro la experiencia como positiva: el grupo respondió, participaron y se mostraron receptivos. Además, para mí fue una oportunidad para observar de primera mano cómo reaccionan los adolescentes ante situaciones de presión y cómo se expresan emocionalmente cuando se les ofrece un entorno seguro para hacerlo.

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